
El problema de hacerlo no es tanto el malestar físico inicial (y que luego se vuelve peor), sino que una vez que comenzamos, casi siempre se vuelve una costumbre. O en palabras más exactas, una adicción de la que es muy difícil escapar.
Pensándolo bien, nos daremos cuenta de que los chicos y chicas que se dejan llevar por los vicios e influencia negativa de los demás tienen un grave problema de autoestima. Y como no saben a quién acudir, prefieren refugiarse en algo que los “relaje” y haga olvidar sus dificultades al menos por un momento.
Si nos sentimos identificados con esta situación, es preciso que busquemos un adulto responsable que nos pueda brindar ayuda para evitar caer en cosas destructivas. Lo ideal sería hablar con nuestros padres y buscar juntos un psicólogo. Pero si no nos llevamos bien con ellos, una persona de la escuela siempre puede darnos recomendaciones.
Sabiendo todos los peligros a los que nos exponemos el cigarrillo, las drogas y el alcohol, estaremos más preparados para decir que NO a las siguientes “invitaciones”, con el suficiente carácter para mantenernos firmes en nuestra decisión y que se cansen de insistir.
Ante todo, la clave está en confiar. Confiar en nosotros mismos y en las personas que con su buen consejo nos transmitan fortaleza para no ceder. Especialmente si nuestro hogar no es muy sólido y las tentaciones ocurren a cada momento. Finalmente, es parte de la madurez.