En la adolescencia y preadolescencia podemos ya abordar
aspectos más directamente vinculados a la prevención y anticoncepción. Sin
embargo esto no significa que tengamos que descuidar la parte afectiva y
emocional, todo lo contrario debe cobrar especial relevancia.
Suele ser en esta etapa, al plantearnos la posibilidad de
que nuestros hijos o hijas empiecen a interesarse por el sexo, cuando nos
asaltan miedos y ansiedades. Lo más frecuente es que hayamos esperado hasta el
último momento para tratar temas que sabemos que tienen una importancia
fundamental en la vida y el desarrollo de todas las personas y que queramos en
un día enterarnos de lo que saben sobre sexualidad, de su opinión, de si
mantienen relaciones sexuales, de cómo es la persona a la que han elegido, si
conocen los métodos anticonceptivos, si saben lo que es una enfermedad de
trasmisión sexual y las formas de contagio, si usan métodos de barrera… Ante
esto, nos encontramos con rechazo, con silencios, con un “déjame en paz” o, en
el mejor de los casos, con miradas perplejas.
A esto se une la perspectiva, generalmente negativa, con la
que abordamos la sexualidad en los adolescentes y jóvenes. Los temas
recurrentes son: las enfermedades de trasmisión sexual, los embarazos no
deseados, la edad adecuada para comenzar a tener experiencias sexuales… pocas
veces hablamos con ellos y ellas de que la sexualidad está presente en todas
las personas desde que nacemos, que varía en cada etapa de la vida, de la
importancia de tener una vida sexual satisfactoria, de que es una fuente de
placer físico y afectivo… pocas veces hablamos de la sexualidad en positivo,
pensamos que hablándoles en estos términos les incitamos a practicar sexo.
Convertimos el placer en un tema tabú.
Nada más lejos de la realidad, ya están y estamos expuestos
a diario a mensajes, imágenes, escenas… de contenido sexual y éste es
precisamente un buen motivo para involucrarnos en su educación sexual. No
podemos dejar que interpreten sus relaciones afectivas y/o sexuales desde la
perspectiva de la televisión, los videoclips, las revistas o los comentarios de
los amigos. Tenemos que involucrarnos desde la infancia en la educación sexual
y afectiva de nuestras hijas e hijos y darles información y una perspectiva
real de las relaciones entre adultos y lo que implican.
Debemos ayudarles a conocerse, entenderse, disfrutarse y
cuidarse. Ayudarles a resolver sus dudas y a conocer y aceptar su cuerpo, sus
emociones y sentimientos tienen que ser los primeros objetivos. Porque la
educación sexual no consiste sólo en conseguir que nuestros hijos e hijas usen
preservativo, no debemos olvidar todos los aspectos que, previa y
simultáneamente, hay que tratar. La educación sexual abarca el desarrollo
sexual y la salud reproductiva pero también las relaciones interpersonales, las
habilidades sociales, la orientación sexual y el conocimiento de uno mismo, la
imagen corporal, la intimidad, el afecto, el género, la toma de decisiones, la
asunción de la propia responsabilidad, el respeto a uno mismo y a los
demás…
Un estudio elaborado por médicos de familia en un centro de
asistencia primaria y presentado en el Congreso de la Sociedad Española de
Medicina de Familia y Comunitaria, afirma que uno de cada tres jóvenes de entre
14 y 17 años no es capaz de rechazar a su pareja cuando ésta se niega a
utilizar método anticonceptivo. Este dato deja entrever una realidad en la que
lo más importante no es tener la información sino poseer las habilidades
necesarias para hacer uso de ella.
En esta etapa, en la que ya hemos debido avanzar mucho en la
educación sexual de nuestros hijos e hijas, debemos insistir en:
·
Proporcionarles información completa y ajustada a su realidad,
adelantándonos a sus inquietudes. Este aspecto es fundamental porque van a
comenzar a experimentar muchos cambios, no sólo corporales, para lo que es
conveniente que les preparemos, que no les “pillen desprevenidos”.
· Educar en
responsabilidad. Hay que aceptar que son ellos y ellas las que van a decidir y,
consecuentemente, desechar la idea de trasmitir normas o límites. Debemos
reconocer su capacidad para ser dueños y dueñas de su vida y reforzar su
capacidad para tomar decisiones responsables.
· Seguir
ofreciendo un entorno familiar en el que sea normal hablar y expresar nuestra
sexualidad, con sinceridad, en positivo, sin prejuicios, sin estereotipos, sin
mentiras… con el objetivo de comprender y atender a las necesidades,
sentimientos, situaciones… que nuestras hijas e hijos experimentan. En
ocasiones, nos precipitamos a hablar y trasmitir los mensajes que creemos
importantes y se nos olvida escucharles y atenderles. Aprovechamos para tocar
los temas que nos interesan sin prestar atención a si son los mismos que les
interesan a ellos.
· Potenciar sus sentimientos de
competencia, la percepción positiva que tienen de sí mismos, de sus habilidades
y posibilidades. Todo ello será fundamental para afrontar las situaciones que
se les puedan plantear.
· Ayudar a
nuestros hijos e hijas en la identificación y expresión de sus sentimientos. En
esta etapa, caracterizada por cierta impulsividad, por la gran influencia que
el entorno social tiene en nosotros, por la expresión desmedida de las
emociones… será importante hacer presentes las emociones y no centrarse sólo en
las conductas.
Teniendo todo esto presente podremos hablar de relaciones
sexuales y detenernos en aspectos como la anticoncepción o las enfermedades
sexuales abordándolo desde la responsabilidad hacia nuestra propia salud, como
un hábito de autocuidado que debemos asumir.
Y es que según varios estudios, la cifra de adolescentes y
jóvenes que no usan preservativo en sus relaciones sexuales está en torno al
40% a pesar de estar totalmente informados sobre los diferentes métodos
anticonceptivos.
Lo que deja claro la importancia de las habilidades, tanto
manuales como sociales, como facilitadores del uso del preservativo. En una
edad tan complicada, podemos preferir arriesgarnos con el sexo sin método de
barrera que arriesgarnos a quedar en ridículo bien poniendo el preservativo,
bien comprándolo en la farmacia, bien expresando a nuestra pareja que queremos
utilizarlo… ¡Hay tantas situaciones en las que nos sentimos vulnerables cuando
se trata de sexualidad!
Será fundamental que sepan manejar situaciones en las que
las destrezas sociales tienen un papel importante: la capacidad de reafirmarse
en una decisión o de resistirse a las peticiones de otra persona si no nos
apetece o lo consideramos inapropiado; vencer el miedo al rechazo, a no
proporcionar satisfacción al otro, a ofender a la otra persona… pueden
llevarles a no insistir lo que deberían en el uso de un método de barrera.
Por ello puede ser útil y adecuado desde practicar con un
preservativo y un plátano para que adquieran destreza y habilidad en su uso
hasta acompañarles a comprarlos para evitar ese momento de vergüenza en la
farmacia o indicarles los comercios, supermercados o dispensadores en los que
se pueden adquirir por autoservicio, sin necesidad de solicitarlos al personal
comercial. También ir al ginecólogo o proporcionarles los teléfonos y
direcciones de los recursos y asesorías que existen para jóvenes y adolescentes
en nuestro entorno.
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